El juego es la experiencia de aprendizaje más significativa e intensa que tenemos durante los primeros años de vida. Los juegos condicionan o influyen en la manera en la que estructuramos y comprendemos la realidad, adoptando conceptos y normas sociales para fomentar la convivencia entre personas. La vida social en todas sus formas de manifestación es un juego.

En la sociedad moderna, las industrias de la cultura, la comunicación y el entretenimiento forman parte de la vida cotidiana de las personas. Las tres actividades suelen fusionarse en formatos diversos como libros, videojuegos, conciertos, películas, juegos de azar, experiencias turísticas o espectáculos deportivos, por mencionar algunos. Tener acceso y consumir bienes y servicios de entretenimiento es atractivo y también estimula y emociona a las personas sin necesidad de mucha exigencia intelectual. Las diversas industrias relacionadas con la recreación y el entretenimiento se han convertido en uno de los sectores productivos de mayor auge y crecimiento de la economía mundial en el nuevo siglo. El negocio del entretenimiento tiene una gran influencia en la economía y en los hábitos de consumo de las masas. Un ejemplo de lo anterior se observa en las alianzas oligopólicas como las de Grupo CIE y FEMSA, dos empresas preponderantes que acaparan los venues para sus eventos y, por lo tanto, condicionan a las audiencias para consumir sus productos. Sin embargo, no ahondaremos en este tema por el momento. El entretenimiento no solo es aplicable a las formas culturales y de comunicación ampliamente conocidas —algunas de las cuales han mutado dada la revolución digital inédita que vivimos— también nos referimos al amplio campo de aplicación en otras actividades humanas como la formación y profesionalización de las labores productivas.

¿Por qué está creciendo la industria del entretenimiento en el mundo?

Una posible respuesta se puede elaborar a partir de comprender al ser humano como un ente consumista por naturaleza que busca permanentemente cubrir necesidades, satisfacer deseos y encontrar placer en lo novedoso. Los seres humanos estamos agradable pero paradójicamente condenados a jugar para encontrar distracción, esparcimiento y “refugio emocional” en la recreación ad infinitum de la satisfacción o el placer. En la actualidad, como nunca antes en la historia, millones de personas invierten una parte significativa de sus momentos de ocio y dinero en actividades lúdicas, ya sea de forma presencial con sus semejantes u otras veces, interactuando con inteligencias artificiales en universos virtuales. Por ejemplo, puedes elegir un viaje a Las Vegas para jugar pocker o tener acceso al juego en línea.

Zygmunt Bauman

Sociólogo, filósofo y ensayista polaco

"La sociedad de consumo proclama abiertamente la imposibilidad de la satisfacción, y mide su progreso en términos de una demanda que crece exponencialmente."

Otra aproximación es la del aprendizaje para la formación profesional de los individuos, pues existe una relación profunda y estrecha entre el juego y la creatividad, el aprendizaje, la reflexión y la experiencia que, aun siendo lúdica, siempre estará sujeta a ciertas reglas de actuación, así como a la aleatoriedad e indeterminación del contexto. Por medio del juego interactuamos con los demás y con nosotros mismos, representando diversos roles, recreando de manera segura situaciones de la vida real, presentes o futuras, que nos permiten conocer y perfeccionar nuestras capacidades. Jugar es una actividad que estimula la creatividad por medio de la imaginación. Los niños suelen tener una imaginación ilimitada para crear mundos fantásticos porque su estructura mental no ha sido moldeada aún por las reglas que impone la sociedad. Por consecuencia, la creatividad en la edad adulta depende en gran medida de una actitud mental saludable y abierta, en la cual nuestros actos no se vean gobernados por la obsesión de ser eficaces en todo lo que hacemos o por el miedo a equivocarnos y fracasar.

George Bernard Shaw

Dramaturgo, periodista y activista irlandés

"No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar."

El juego como herramienta formativa para el trabajo

Se ha considerado que el juego está circunscrito a un periodo de vida temprana, por lo que conforme vamos creciendo dejamos de jugar para darle espacio a actividades más serias, racionales y formales. La mayoría de las personas creemos que algunas actividades (como jugar) son exclusivas de ciertas etapas de la vida (como la niñez), asumiendo que a mayor edad el juego de la vida se torna limitado y aburrido. Dadas estas profundas creencias sociales, en la profesionalización de adultos se ha estigmatizado el aspecto lúdico, siendo considerado una pérdida de tiempo, y por ende, relegándolo a la esfera de actividades íntimas o personales fuera del horario de trabajo, desaprovechando las potencialidades que ofrece como estrategia de formación colectiva. Afortunadamente, se está desmoronando ese estigma y se comienza a valorar el uso formativo de los juegos en la capacitación y habilitación de adultos por la experiencia de goce emocional que se logra jugando, también contribuye a fijar la huella mnémica, es decir, una relación estrecha entre la memoria mental (psíquica) y la biológica (sensorial). Cuando jugamos suele producirse un fenómeno especialmente interesante conocido como experiencia flow, un estado mental que experimentamos en ciertos momentos mientras estamos totalmente inmersos en una actividad, usando al máximo nuestras destrezas y habilidades; bajo este estado mental, el tiempo lineal desaparece, lo que nos provoca un ligero trance, algo que podría ser muy útil para ejecutar tareas relacionadas con nuestra labor profesional, ¿no crees?

Pero es importante que tengamos en cuenta que el juego por sí solo no aporta un valor a la formación profesional, dado que, para ser efectivo como estrategia de aprendizaje, deberá acompañarse de estructura y contenidos que permitan poner en contexto la práctica formativa. Entonces, para lograr el efecto formativo, primero debemos definir qué pretendemos conseguir al final del proceso: capacitar, habilitar o empoderar; luego, identificar los elementos del juego que nos ayudarán a alcanzar esas metas y, finalmente, diseñar los mecanismos para plantear al colaborador retos laborales que le resulten verdaderamente motivadores. Por lo tanto, partiendo de un planteamiento formativo claro —en el cual mínimamente definamos contexto, metas, reglas y premios para los participantes—, el juego puede contribuir al andamiaje cognitivo, creando un contexto estructurado donde el colaborador aprenderá ciertos protocolos, procedimientos y estándares para la labor que desempeña, teniendo la oportunidad de practicar mediante el ensayo y la experimentación, a veces, en colaboración con colegas y otras de manera individual.
¿Por qué y para qué jugar?

Debemos tener en cuenta que el juego tiene connotaciones diferentes en función de la edad y de la condición de cada individuo. El juego es una experiencia subjetiva y cada uno de nosotros la vive de forma distinta. Comentamos anteriormente que en los niños, la naturaleza creativa e imaginativa que poseen les permite transitar fácilmente entre la realidad y la fantasía, por lo que el componente lúdico está presente en una gran parte de las actividades que realizan. Contrariamente, para los adultos, el juego es solo ficción relajante y tiene límites muy definidos de tiempo y espacio que no se pueden relacionar con actividades serias como el trabajo. Combinar el juego y la formación profesional no es sencillo. El reto a resolver es que el carácter lúdico, espontáneo y natural que pretendemos impulsar por medio del juego no se pierda al tratarse de un tema relacionado con la labor profesional. A esto debemos añadir la tendencia del adulto a ser pragmático, racionalizarlo todo y requerir entender el por qué, el para qué y la recompensa relacionada entre juego y trabajo.

Está claro que para internalizar el conocimiento y desarrollar habilidades en los colaboradores, el juego es una posibilidad poderosa; sin embargo, habrá que analizar a fondo el quehacer de nuestras empresas y la contribución de valor que entrega a clientes, aliados y colaboradores para luego entonces identificar cómo interactúan los individuos, qué intereses o motivaciones los mueve y bajo qué reglas colaboran. De esta manera podremos responder las dos preguntas fundamentales que motiven al individuo a enrolarse en el juego de su labor: ¿por qué y para qué trabajamos todos los días? Los porqués deberán fundamentarse en el logro y el goce. El para qué, deberá motivarse en la recompensa y el reconocimiento ¿Cómo podrías relacionar el juego con tu trabajo y la misión de la empresa en la que colaboras?