El mundo actual se encuentra en proceso de transición en materia económica. Durante las últimas cinco décadas, la globalización del comercio abrió oportunidades para miles de empresas pequeñas y medianas (PyMEs) que se sumaron a la cadena de suministro, ya sea en labores de intermediación para surtir materias primas, fabricación de componentes o entrega de servicios diversos para la exportación e importación.

En el mismo periodo, las políticas neoliberales llevaron a los gobiernos a privatizar una buena parte de los servicios públicos para la explotación de recursos naturales, administración de la infraestructura, generación de energía, acceso a las telecomunicaciones y el financiamiento a través de la banca; estas políticas beneficiaron principalmente a corporaciones globales apalancadas por los grandes fondos de inversión originarios de los países desarrollados, a la vez que algunas PyMEs locales de los países en vías de desarrollo surgían como proveedores de servicios diversos.

A lo largo de estos años, la aceleración tecnológica ha transformado muchas industrias y como consecuencia ha traído la desaparición de empresas de todos tamaños. Algunas de estas organizaciones, emblemáticas en su momento, fueron arrasadas por nuevas empresas con propuestas de valor disruptivas, abriendo nuevas oportunidades en el plano de los servicios digitales, la informática y la virtualidad.

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En los años recientes, y a partir de la llegada del COVID-19, hemos sido testigos del término de la era de la globalización. A pesar de que la pandemia impulsó aún más el crecimiento de las empresas globales de tecnología, también evidenció la presión en los costos logísticos para el transporte de mercancías y los desequilibrios entre la producción y el consumo entre países y regiones del mundo.

Los precios de los combustibles y las materias primas se elevaron. Esto, junto con la guerra entre Ucrania y Rusia, generaron tasas inflacionarias que no veíamos en mucho tiempo y que tienen al mundo al borde de una crisis alimentaria. Este escenario pondrá en jaque al modelo globalista y forzará a los gobiernos a replantear sus procesos productivos y cadenas de suministro, por lo tanto, se deberá apostar a la soberanía energética y alimentaria en colaboración con socios regionales para evitar potenciales conflictos sociales.

En medio de este contexto, las PyMEs tendrán que adaptarse y mantenerse muy alertas de las oportunidades y amenazas que seguirán emergiendo como parte del viraje que la economía mundial está dando.

En México, 3 de cada 10 nuevos emprendimientos fracasan antes de cumplir su primer año de vida. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la esperanza de vida de una pequeña empresa es de 7.8 años y conforme pasan los años, van quedando más en el camino, tal y como se ilustra en el siguiente cuadro:

Las cifras son desalentadoras. Podemos decir que una nueva empresa difícilmente podrá trascender a la generación que la fundó. Lo relevante es que son estas PyMEs las que generan una buena parte de los empleos en el país, por lo que es importante encontrar alternativas para su permanencia, a través del crecimiento de sus negocios y el posicionamiento en los sectores e industrias donde éstas participan.

A continuación, te compartimos algunas propuestas que son útiles para sentar las bases de la sostenibilidad de los emprendimientos en el escenario actual y para el futuro en el mediano plazo.

 

Liderazgos colaborativos

Los fundadores de un proyecto emprendedor suelen ser personas que descubren dolencias sistémicas en una industria y buscan aprovechar las oportunidades que ello deriva. Tienen muy claro qué pueden ofrecer para solventar esas necesidades, ya sea echando mano de sus propios conocimientos y habilidades o buscando socios y aliados con quienes colaborar.

En la primera etapa, una empresa nueva es una forma de autoempleo para quienes participan en ella y conforme se dan los primeros pasos aparecen los deseos de crecer el negocio, incorporando talento de más personas a la organización. Conforme la empresa prospera, la estructura organizacional se vuelve más compleja y lleva a los fundadores a tomar roles gerenciales y directivos, con base en una jerarquía en la cual ellos se colocan en la parte alta de la pirámide.

Esta manera tradicional de organización jerárquica es el principal freno del crecimiento en las PyMEs, porque inhibe la creatividad de los colaboradores y carga al emprendedor con la mayor parte de las responsabilidades estratégicas del negocio. Si te interesa conocer más respecto a las limitaciones y amenazas de las organizaciones jerárquicas, te invitamos a dar clic aquí.

La recomendación es eliminar las organizaciones piramidales que requieren puestos gerenciales donde normalmente se intermedia la comunicación, genera burocracia y agrega poco o nulo valor al negocio. La alternativa es impulsar liderazgos colaborativos en un esquema celular, donde cada persona y equipo tenga la especialización en las labores que se requieren y la comunicación sea abierta, directa y entre todos los colaboradores, bajo el orden definido en los procesos y los flujos de producción o información que el negocio determine.

Fomentar un ambiente de confianza entre los colegas alimenta la creatividad, la responsabilidad y el empoderamiento de las personas. Además, en una PyME siempre será más fácil implementar los liderazgos colaborativos, dado que sus estructuras suelen ser más ligeras.

 

Especialización que agregue valor

Durante el periodo de globalización, las PyMES entregaron servicios de intermediación mercantil de productos o servicios a grandes corporaciones. La industria de las tecnologías de información, en México y Latinoamérica, con empresas multinacionales como Microsoft, Oracle o IBM, crearon ecosistemas de socios dedicados a revender sus productos de software, agregando servicios de consultoría, implementación y soporte que agregaban poco valor y propiciaban ganancias marginales que inflaban los precios al cliente.

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El problema de este modelo es que mantienen estancada la investigación y desarrollo tecnológico en nuestros países. También, producen una especie de subempleo de profesionales en desarrollo de software e informática, quienes se convierten en vendedores o administradores de sistemas y aplicaciones. Por otro lado, en industrias como la del consumo y el retail, proliferó la tercerización de servicios bajo esquemas de outsourcing o insourcing que, paulatinamente, fueron degradando la calidad de servicios y precarizando los salarios y prestaciones, principalmente, de la base trabajadora.

Son muchas las consecuencias nocivas que estos fenómenos han derivado y aunque, en apariencia, permitían a las pequeñas y medianas empresas mayor competitividad, la realidad es que limitaban la evolución y anulaban la creación de valor. Si te interesa saber más respecto a las oportunidades que en México se han abierto a raíz de la publicación de la Reforma Laboral del 2021, consulta nuestra nota el respecto dando clic aquí.

¿Cómo agregar valor desde las PyMEs? Lo principal es conocer el contexto de la cadena de suministro de productos y servicios en la que participamos, alejándonos de la intermediación simple y llana. Si actualmente compras barato y vendes ganando un margen determinado, la permanencia de tu oferta tiene caducidad. El consejo es indagar y analizar la industria en la que participas para encontrar el diferencial de valor para tus clientes; puedes agregar inteligencia, diseño, innovación u optimización para tus clientes si encuentras el nicho de especialización. Para lograrlo es necesario tomar tiempo y ver a distancia el panorama, despertar el pensamiento crítico y la creatividad, apelando a la experiencia acumulada a lo largo de los años. Recuerda que tu oferta debe ser rentable y/o generar retornos para tus potenciales clientes.

 

Servicios escalables

En el futuro todo será un servicio. Incluso, los negocios de manufactura tendrán que transformarse en modelos de servicio. Esto no es algo nuevo, desde principios del siglo múltiples industrias se han transformado: software, entretenimiento, música, cinematografía, comunicaciones, automotriz, financiera, entre muchas otras, hacia un servicio bajo demanda con más flexibilidad que le otorga mayor poder al consumidor. El reto está en descubrir el equilibrio entre la personalización y la escalabilidad de los servicios que permitan reducir los costos y rentabilizar los márgenes de ganancia con base en el volumen.

Algunos ejemplos son los servicios de suscripción a plataformas de información o aplicaciones para gestión de recursos empresariales (ERPs), que se han masificado, haciéndolos más accesibles para todo tamaño de empresas; otros serían las plataformas de streaming de contenidos de audio y video, las de marketing digital o social selling. El común denominador es la comunidad de usuarios, quienes encuentran valor a cambio de un precio bajo, además de la flexibilidad en los plazos de contratación.

Esta tendencia tiene beneficios tanto para quien ofrece los servicios como para quienes los compran y es una palanca de crecimiento para las PyMEs. Si produces alguna mercancía en baja escala, hoy es posible utilizar marketplaces digitales para arrancar la distribución, con canales ágiles que te faciliten llegar a tu consumidor objetivo sin tener que invertir grandes cantidades de capital y sin tener que asumir riesgos elevados como cuando decides distribuir por medio de canales físicos tradicionales.

La sugerencia es diseñar servicios homologados con capacidades de adaptación a las necesidades de tus potenciales clientes. Los puedes ofertar por medio de cuotas recurrentes de bajo precio, apostando al largo plazo, minimizando o compartiendo los riesgos y las inversiones con proveedores y aliados que sean parte de tu ecosistema.

 

Apalanca el talento

Las generaciones millennial y centennial tienen una perspectiva distinta del mundo hiperconectado en el que vivimos. Nacieron inmersos en el mar de posibilidades virtuales que el internet y la digitalización ofrece. Es imposible imponer las prácticas viejas en la gente joven. El teletrabajo y la libertad de horarios es una demanda muy valorada por todos y se acentuó a raíz del aislamiento por COVID-19. Para muchas empresas esto ha representado un enorme reto para ajustar los modelos de medición del desempeño y, de hecho, una buena parte de éstas aún se aferra a las prácticas coercitivas de control hacia el personal, sin darse cuenta de que en el proceso pierden valioso talento. Otras más, buscan resolver la rotación de personal con procesos de contratación tradicionales, pero pierden la oportunidad de ampliar la mira y encontrar servicios por evento o de tiempo parcial con profesionales calificados.

Es momento de evolucionar y dar a nuestros colaboradores beneficios que vayan más allá de la remuneración y que los mantengan ligados a nuestras organizaciones con mayor convicción. ¿Qué más podemos ofrecer? Principalmente, autonomía y flexibilidad basada en acuerdos y compromisos que generen intercambios de valor. Es importante comprender que todas las personas estamos en la continua búsqueda de significados y trascendencia en el trabajo que vayan alineados con nuestros objetivos y anhelos personales.

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Las PyMEs pueden beneficiarse del talento de profesionales con experiencia y empuje que buscan salir de la monotonía del corporativismo que los tiene prisioneros. También, pueden ofrecer oportunidades a los jóvenes que están en sus primeros años de experiencia y formarlos bajo un ambiente colaborativo que de rienda suelta a la creatividad con ideas disruptivas e innovadoras. Lo fundamental es romper los paradigmas de “los tiempos completos”, o de las habilidades para “trabajar bajo presión” o de las falsas ideas de los títulos académicos que dicen poco o nada respecto al compromiso, disposición y entrega de los recién egresados de carreras universitarias. De la misma manera en la que buscamos constantemente posicionar nuestra oferta con los clientes, es preciso enamorar a los colaboradores del concepto de negocio y la organización de nuestras empresas.

Son muchos los retos que las PyMES seguirán enfrentando para mantenerse vigentes y sobrevivir en un ambiente volátil, incierto, complejo y ambiguo como el que nos rodea, pero el espíritu creativo de los emprendedores ha sido, es y seguirá siendo inquebrantable a pesar de las dudas, los miedos, las frustraciones, las críticas y los errores que vamos remediando en el camino. Debemos saber que no estamos solos y que, a pesar de que pocas veces o nunca lo hemos escuchado, es un buen momento para mirarnos al espejo y decirnos: GRACIAS por todo el esfuerzo.