En esta segunda parte, analizamos cómo la circulación del capital —ese ciclo que exige vender, resurtir y volver a vender sin pausa— atraviesa también la lógica del negocio en retail y bienes de consumo. Marx no hablaba solo de teoría: advertía que cuando el capital deja de moverse, el sistema se estanca. Hoy lo vemos en inventarios detenidos, promociones agresivas o tensiones con distribuidores. Esta nota invita a repensar cómo circula el valor en nuestras industrias y qué podemos hacer para que ese ciclo sea más sostenible, humano y equilibrado.
En la primera parte de esta nota abordamos cómo Karl Marx, en el primer tomo de El Capital, describía con precisión quirúrgica cómo la riqueza bajo el capitalismo se construye a partir de la explotación sistemática del trabajo humano. Allí se explicó cómo el capital extrae plusvalía al pagar al trabajador menos de lo que genera con su esfuerzo, sentando así las bases de la acumulación. Pero producir no es suficiente para el sistema capitalista, ya que, para que ese valor del trabajo se convierta en ganancia, debe repetirse cíclicamente. En esta nota, trataremos el proceso de la circulación del capital, donde Marx vuelve a sorprendernos con un análisis claro y contundente que se puede resumir en una frase coloquial que muchos conocemos: “dinero llama más dinero”.
Si trabajas en ventas, marketing o trade dentro de una compañía de consumo masivo, hay un principio que conoces muy bien: si el producto no se resurte, no se vende; y si no se vende, el negocio se estanca. Lo llamamos rotación del producto, flujo de mercancía o ciclo de venta, pero pocas veces nos detenemos a pensar con mayor profundidad en esta idea y plantearnos preguntas como: ¿el ciclo de venta es interminable?, ¿por qué buscamos aumentar continuamente el volumen de venta?, ¿existen límites al crecimiento de los negocios?
En su segundo tomo de El Capital, Marx no habla de comunismo, ni de revoluciones sociales, habla de algo mucho más práctico: cómo el capital debe circular constantemente para generar ganancias. Aunque fue publicado en 1885 por Friedrich Engels, a partir de los manuscritos de Marx, este principio aplica en la actualidad y debe analizarse para alinearlo con la estrategia comercial de todas las empresas fabricantes FMCG.
Marx plantea que el capital obedece a un ciclo permanente que pasa por distintas formas: empieza como dinero (D), se transforma en mercancía (M), entra en el proceso productivo (P), y vuelve a convertirse en mercancía (M’) que se vende para recuperar dinero con ganancia (D’). Si ese ciclo se rompe, el capital se estanca. No produce. No crece.
Ciclo del capital — La mercancía inicial puede verse como una materia prima. Al pasar por el proceso productivo genera una mercancía nueva que puede ser usada como materia prima para otro proceso productivo o como producto terminado hacia el consumidor final.
En el mundo FMCG, esto suena familiar. Cuando hay sobre inventario en el punto de venta, cortes de resurtido o promociones mal calibradas, el ciclo se rompe. Cuando esto sucede, hay consecuencias, por ejemplo: descuentos forzados, caducidad u obsolescencia, tensión en la relación con el distribuidor e irremediablemente pérdida de margen o ganancia.
Pero la reflexión de Marx va más allá de una eventual ruptura del ciclo, por ejemplo: incluso si cada stakeholder ejecuta bien su parte del ciclo, el sistema puede fallar por desbalances como: un exceso de producción que no encuentra demanda, un shopper que ya no tiene poder adquisitivo o una categoría cuyo precio crece por encima de las capacidades de compra del consumidor. En otras palabras, el capital puede circular mal, incluso cuando cada nodo cree estar haciendo bien su trabajo, lo que tarde o temprano genera que los desbalances se manifiesten en crisis económicas periódicas.
Estos fenómenos los vemos cotidianamente con la tensión que vivimos hoy en el negocio del retail en muchas categorías: precios altos, promociones constantes, exigencias de resurtido just in time o marcas compitiendo por rotar mayor volumen en un mercado cuya demanda no crece al mismo ritmo. La crisis no está solo en la inflación o en la falta de innovación, principalmente, se manifiesta en la propia lógica de acumulación, ya que el sistema está hecho para crecer constantemente, aunque el contexto social y ambiental indique que ya no es sostenible. ¿No te parece un sinsentido que las empresas se empeñen en crecer la venta infinitamente?
— Todos estamos programados para la violencia bajo ciertas condiciones, y este día de compras ofrece la combinación perfecta de ellas. — Fuente: independent.co.uk
Además, Marx destaca algo crucial que está presente en la mente de cualquier gerente de ventas: el tiempo es muy importante. Cuanto más rápido se “mueve” el capital, mayor es la ganancia. Esto explica por qué el retail presiona por entregas más rápidas, por qué buscamos aumentar sell out mes con mes y por qué la planificación comercial se enfoca cada vez más en ciclos cortos que implican reacción e inmediatez, lo que genera altos niveles de estrés para los equipos comerciales. El tiempo que toma el ciclo de venta, define la rentabilidad de la labor comercial.
Lejos de ser una figura dogmática para propios y extraños, Marx es en la práctica un analista agudo y crítico de la lógica del negocio. Nos recuerda que el sistema no siempre premia la eficiencia o el valor creado, sino la capacidad de mover el capital sin pausas, incluso cuando se topa con los límites de crecimiento del mercado. También nos revela que las crisis no son errores del sistema, sino parte de su esencia y que, muchas veces, el sistema mismo provoca las crisis para generar ganancias especulativas para quienes ya han acumulado mayor capital.
Releer o descubrir a Marx para quienes nos dedicamos a labores comerciales puede parecer provocador, pero al mismo tiempo puede ser revelador. Nos ayuda a entender por qué sentimos que corremos sin descanso, por qué hay tensiones constantes en los precios, por qué rivalizamos con la competencia y por qué la rentabilidad se erosiona incluso cuando la ejecución comercial mejora. Sobre todo, nos invita a reflexionar y preguntarnos: ¿hay formas para hacer circular el capital que sean más sostenibles, humanas y equilibradas?
¿Qué podríamos hacer para equilibrar la circulación del capital y reducir su costo social y ambiental?
Hasta hace algunos pocos años, parecía imposible encontrar medidas anticíclicas que pudieran equilibrar y reorientar los saldos del sistema capitalista; sin embargo, en la coyuntura del mundo actual y dadas las circunstancias que apremian a las empresas del sector consumo, hoy es posible —y quizás también es una responsabilidad que debemos asumir—, repensar los modelos de negocio para que la naturaleza del capital, lejos de combatirse o intentar desaparecerlo, podamos transformarlo para ponerlo al servicio del bienestar colectivo. Aquí te compartimos algunas ideas posibles para tu reflexión:
- Modelos de negocio centrados en el bienestar y no solo en el crecimiento: desacoplar el éxito comercial del crecimiento exponencial infinito. Existen ejemplos de empresas que priorizan la estabilidad del negocio, la salud financiera colectiva y el desarrollo de sus comunidades, por encima de la ganancia sin límites.
- Rotación con propósito: incentivar la circulación de valor y no solo del capital alineando el negocio con objetivos sociales y ecológicos. Por ejemplo: incentivar el abastecimiento local, recompensar el rehúso de empaques y crear cadenas de suministro limpias que generen economías circulares.
- Redistribución del valor en toda la cadena: replantear los esquemas de margen para que la plusvalía no se concentre solo en los grandes jugadores o en las cúpulas empresariales, sino que se comparta en toda la red comercial: fabricantes, mayoristas, minoristas, consumidores y colaboradores.
- Menos velocidad, más profundidad: revisar el modelo de crecimiento y aceleración constante. Apostar por ciclos de vida más largos, rentables y sostenibles que permitan construir relaciones de largo plazo con el consumidor y no solo enfocarse en el volumen de venta inmediato.
- Medir distinto para decidir distinto: Adoptar indicadores comerciales que incluyan impacto social, equilibrio medioambiental y bienestar laboral como parte de las decisiones de negocio, más allá del crecimiento del volumen de venta, la rentabilidad del servicio al PDV, el ROI de las promociones o el market share de tus marcas dentro de la categoría.
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Estas ideas no son meras utopías. En el ámbito de las naciones, existen casos concretos de países que han logrado aplicar principios similares a gran escala. Por ejemplo, los países nórdicos como Noruega y Suecia han implementado modelos de capitalismo social que combinan eficiencia productiva con redistribución del ingreso a través de sistemas fiscales progresivos, servicios públicos universales y fuertes pactos laborales. En estos contextos, el capital circula, pero dentro de un marco institucional que redirige las ganancias hacia el bienestar común.
China, por su parte, representa un caso diferente. Se trata de un modelo de capitalismo de Estado donde el gobierno mantiene control sobre sectores estratégicos y dirige la inversión pública hacia objetivos de desarrollo nacional, incluyendo la reducción masiva de la pobreza y la modernización industrial. Aunque con desafíos propios, demuestra que la circulación del capital también puede planificarse con criterios de beneficio colectivo.
En el caso de México y muchos países de América Latina, las circunstancias político-sociales han profundizado los efectos negativos de la circulación del capital. La alta concentración del ingreso, las políticas fiscales regresivas, la informalidad laboral y la debilidad institucional en la regulación de los grandes capitales hacen que la lógica de acumulación se desarrolle sin contrapesos, generando exclusión, extractivismo ambiental y precarización laboral.
Según una publicación de El Pais, los millonarios más acaudalados en México son Carlos Slim, Germán Larrea y Ricardo Salinas Pliego, quienes encabezan la lista de las fortunas más grandes del país. De acuerdo con un informe de Oxfam México, la extrema desigualdad en México es resultado de transferencias masivas de riqueza del gobierno mexicano a un pequeño grupo de magnates que se han beneficiado de privatizaciones, concesiones, licencias y permisos. En total, la fortuna de 20 mexicanos asciende a más de 200 mil millones de dólares. A esto se suma la dependencia estructural de la economía mexicana en mercados extranjeros —principalmente de EE.UU.—, una baja inversión en innovación e infraestructura con impacto social y un modelo comercial que muchas veces reproduce la desigualdad territorial y de género. En este contexto, la circulación del capital no reduce la desigualdad, sino que la profundiza. El capital fluye hacia donde ya hay poder adquisitivo, infraestructura o concentración de mercado, dejando vastas regiones rezagadas.

Carlos Slim
Grupo Carso y América Móvil

Germán Larrea
Grupo México

Ricardo Salinas Pliego
Grupo Salinas
¿Qué alternativas podrían impulsar un reequilibrio estructural en nuestras economías?
Latinoamérica es un territorio lleno de recursos naturales y pueblos trabajadores con culturas diversas. La riqueza es inmensa, pero, paradójicamente, la pobreza es monstruosa dada la naturaleza de acumulación del capital en muy pocas personas. No obstante, vemos que poco a poco se va abriendo la consciencia colectiva y la acción política para impulsar gobiernos legítimos con respaldo popular que tengan la fuerza para orientar la circulación del capital y sus ganancias en favor de todos, pero con prioridad en las poblaciones más marginadas. Algunas medidas que los gobiernos podrían implementar, te las comparto a continuación:
- Reformas fiscales progresivas: que permitan recaudar parte de las rentas extraordinarias del capital (rendimientos por acciones o bonos bursátiles, por ejemplo) y las redistribuya a través de educación, salud y programas de apoyo social para clases vulnerables.
- Fortalecimiento de la economía social y solidaria: impulsando cooperativas, redes de comercio justo y empresas de propiedad compartida que favorezcan la reinversión local.
- Fomento a cadenas de valor regionales: que integren a pequeños productores, pymes y comunidades rurales con enfoque de desarrollo económico territorial.
- Política industrial con visión social y ecológica: impulsando la inversión pública en sectores estratégicos (como energía, telecomunicaciones, minería y agricultura) que generen empleo digno y reduzcan la dependencia extractiva.
- Regulación efectiva del poder corporativo: evitar la captura del Estado por parte de grandes intereses económicos mediante transparencia, erradicando el lobbying y fomentando la participación ciudadana.
Estas medidas requieren voluntad política, visión de largo plazo y presión organizada desde la ciudadanía, lo cual no resulta sencillo en un contexto donde el poder económico es enorme y, a veces, intimida o corrompe. Sin embargo, es bueno saber que otra forma de capitalismo es posible: uno donde el capital siga circulando, pero al servicio de las mayorías y no solo de las élites.
Quizá no tengamos todas las respuestas, pero abrirnos a formular las preguntas adecuadas ya es un gran comienzo. Y Karl Marx, sorprendentemente, puede ser un buen aliado en ese camino de reflexión para encontrar las respuestas y comprender de mejor manera el contexto del mundo, de nuestro país y de la industria en la que colaboramos. Probablemente, a partir de esta comprensión, podamos tomar acciones para ser agentes de cambio e impulsar un modelo económico que armonice el ecosistema del modelo capitalista en el que todos participamos, irremediablemente.
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