Renunciar al liderazgo coercitivo nos puede ayudar a avanzar como organización y como sociedad. En esta ocasión traemos un texto en el que nos cuestionamos el paradigma de lo que entendemos como liderazgo.
El mundo no para,  sigue cambiado profundamente y de manera acelerada, los efectos se aprecian a cada momento y en todas partes. Los cambios desde finales del siglo pasado y hasta nuestros días son evidentes: la irrupción de las nuevas tecnologías en todos los campos del saber; lo imprescindible de la conectividad y el internet; el auge de los medios de comunicación; la preponderancia de las redes sociales; la relevancia de las grandes bases de datos (también referido como el BigData); el surgimiento de mercados emergentes; la transformación en la profesionalización del empleo; la colaboración virtual global, la responsabilidad social empresarial en temas ecológicos y de sustentabilidad, entre muchos otros procesos de cambio que han impactado el statu quo de la sociedad.
Ante este escenario es pertinente preguntarnos: ¿Son válidas y efectivas las prácticas corporativas y de gobierno de las organizaciones empresariales en el mundo actual? La ortodoxia en los negocios nos indica que para ser competitivos se requiere innovar y diferenciarse, lo cual implica desechar viejos modelos organizacionales y demoler muchos de los principios arcaicos de la gestión empresarial popularmente conocidos como management.

En la nota:

Analizamos los profundos paradigmas que se rompieron con la aparición de la pandemia en 2020 y, también, las resistencias que una buena parte de los directivos y dueños de las empresas han mostrado para adaptarse a la nueva realidad en los modelos de trabajo. Además, hicimos un repaso al proceso de actualización del management y desvelamos algunas carencias de fondo en su práctica dado que, finalmente, no deja de ser un instrumento para la (de)formación de los líderes empresariales de la vieja escuela aunque, por otra parte, ha sido muy útil para los intereses de las grandes corporaciones globales.

Diversos enfoques de liderazgo

La globalización de los mercados ha transmutado los antiguos órdenes económicos, sociales, políticos y culturales. Es imprescindible hacer ajustes al interior de las instituciones y organizaciones, particularmente, en lo relativo a la tarea directiva empresarial. Los modelos empresariales fueron diseñados para enfrentar y resolver problemáticas particulares en su momento, los cuales no necesariamente se adaptan a la realidad actual, ahora se requieren respuestas efectivas, repensar las actitudes de los líderes, simplificar procesos, enfocar actividades y reinventar las estructuras organizacionales para alinearlas a las nuevas condiciones de los mercados, dada la competencia feroz y mutante. El mundo globalizado parece haber perdido los valores humanistas, pues la mayor parte de la sociedad se ha dejado dominar por el consumismo, el hedonismo y el individualismo egoísta.

La frase “el fin justifica los medios” atribuida al filósofo y escritor italiano, Nicolás Maquiavelo, sintetiza el pensamiento y acciones que emplean algunos gobernantes o dirigentes —quienes esencialmente son los líderes de las organizaciones públicas y privadas— respecto a las decisiones que toman pasando por encima de la ética, la moral o el derecho para llevar a cabo sus planes y conseguir sus objetivos. Esta idea ha sido promovida por más de 500 años por los defensores de la doctrina del Bien Superior, una teoría que sostiene que los recursos, las posesiones e incluso las personas pueden ser sacrificadas en aras de lograr un bien mayor.
Esta cosmovisión contrasta con la concepción del Humanismo Aristotélico que surge en la época del renacimiento y que se distingue por la importancia que se otorga al estudio de la naturaleza humana y la búsqueda de la sabiduría y la virtud. Aristóteles, filósofo griego, creía que el ser humano era un ser racional y que la razón era la facultad que lo distinguía de los demás seres vivos. Según Aristóteles, la virtud era el estado medio entre el exceso y la deficiencia, mientras que la razón era la facultad que permitía alcanzarla.
Los dos enfoques filosóficos descritos son escenciales para comprender el proceso de redefinición que se requiere en los liderazgos actuales. Empecemos por diferenciar entre el iluso y el líder: el soñador iluso es capaz de plantearse grandes ideas, pero es incapaz de materializarlas en la realidad. En cambio, el líder es magnánimo, conjuga grandes sueños con grandes realizaciones, tiene una visión de largo plazo y, al mismo tiempo, la claridad para alcanzar objetivos concretos de corto y mediano plazo.
Es bien sabido que un auténtico líder inspira confianza porque es bueno en su campo, alcanza sus cometidos, honra su palabra, cumple sus compromisos, orienta el rumbo y alimenta los ánimos de los colaboradores en la organización, sobre todo, en los tiempos nebulosos y turbulentos. El líder es un profesional en toda la extensión de la palabra, conoce el contexto en el que se mueve y sabe diferenciar entre las amenazas y las oportunidades que surgen en el camino. También, podemos diferenciar el estilo de liderazgo entre aquellos que utilizan la persuasión constructiva para motivar e influir en el equipo de colaboradores y otros que optan por la coerción y la amenaza para infundir miedo en los empleados e imponer su voluntad. Por supuesto, hay líderes empresariales que disfrazan de persuasión la coerción que ejercen sobre sus empleados, un ejemplo muy claro se puede ver  en un fragmento de una entrevista que realiza la conductora de televisión, Adela Micha, al empresario Ricardo Salinas Pliego, famoso por su singular manera de liderar sus empresas.

Abajo les comparto el fragmento de la entrevista por si les interesa:

Políticamente incorrecto – opinión sin filtro

“Liderazgo” es una palabra llena de retórica y de conceptos huecos que típicamente provoca  flojera tan sólo al pronunciarse. Buscamos en internet al respecto y encontraremos cualquier cantidad de citas de #liderazgo, las cuales, honestamente, me parecen vacías. He escuchado a empresarios, coaches y consultores hablar sobre cómo son o deben ser los “líderes” y confirmo que no hay mucho fondo, solo clichés que suelen ser útiles para la literatura barata, algo que bien podría compilarse en un libro con el título: “Quiúbole con el liderazgo”.

Es claro que no encontraremos referencias a un líder que se haya equivocado. Los líderes no se equivocan, son perfectos y sólo cuentan sus tropiezos y errores cuando la historia tiene un final feliz, porque un líder es siempre una persona de éxito, con resultados plausibles que provocan la admiración del mainstream empresarial y son referencias obligadas de las escuelas de negocios. El liderazgo está empapado de testosterona porque se entiende al “líder” como un macho alfa dominante con habilidades sobrenaturales que es capaz, él solito, de arrear al rebaño hacia niveles de desempeño superlativos. Los sitios web y publicaciones de negocios están atiborrados de historias que responden a este arquetipo rancio y elitista. ¿Has visto cómo se proyectan los líderes en las entrevistas? Visionarios, frescos, sagaces, rápidos de mente y siempre bajo control; por supuesto, no puede faltar la pierna cruzada, sentados cómodamente en el sillón del escenario. Este retrato plástico del líder, muy promovido por la (in)cultura del management, siempre ensalza atributos que tienen todo que ver con competir y muy poco con colaborar.

Los referentes del viejo liderazgo mayormente son personajes con visión bélica, astucia competitiva, pragmatismo cínico y habilidades portentosas para hacer trampa y sacar ventaja en la primera oportunidad.

Liderazgo humanista

En el mundo de los negocios nadie puede negar el papel protagónico que desempeñan los líderes como guías de las organizaciones para lograr la productividad y competitividad anheladas que resulten en la permanencia y el éxito de la empresa. El dilema está en decidir qué tipo de líder ser o en identificar a qué líderes seguir, pero esencialmente nos topamos con la siguiente disyuntiva: ¿conseguir el éxito económico de la empresa a como dé lugar o lograr las metas en conjunto para el bien común de la organización y sus stakeholders?

El liderazgo actual se sitúa entre dos polos opuestos de conducta: amoral o ética. El primer tipo de conducta es de corte maquiavélico, en el que prevalece la idea de alcanzar el éxito a toda costa y, el segundo tipo, es el humanista que prioriza el bien común. Vayamos a fondo para comprender qué es y cómo se ejerce el liderazgo humanista.

La creencia fundamental de los negocios sostiene que la empresa es una organización social puramente utilitaria y se argumenta que su única finalidad consiste en generar beneficios económicos para los dueños y accionistas. Esta visión supone que las personas que prestan sus servicios no son más que instrumentos y herramientas de producción.

El liderazgo ético (humanista) propone alternativas innovadoras para los empresarios y directivos que priorizan el respeto a la dignidad de los colaboradores, clientes o consumidores, proveedores y aliados. Los axiomas del liderazgo humanista son incluyentes y participativos, basados en la lógica del “ganar-ganar” y de la colaboración donde “la unión hace la fuerza”. En este nuevo paradigma, las empresas se fundan con una filosofía profunda que permite definir la visión, misión y valores que rigen el comportamiento colectivo. Con base en estos pilares fundacionales, cualquier persona, por el hecho de serlo, tiene el potencial para formarse y ejercer su liderazgo, pues se trata de un conjunto de prácticas observables que se pueden aprender. El liderazgo humanista no es exclusivo de los dueños o directivos, en realidad es una actitud y comportamiento que impulsa múltiples liderazgos en la organización, donde cada persona toma el rol de líder en su ámbito de responsabilidad. Entonces, cada líder es pedagogo y educa a los demás con el ejemplo cotidiano de su labor y área de conocimiento.
El liderazgo humanista permite dar sentido y trascendencia al trabajo de las personas en la empresa en el entorno siempre cambiante del mercado, de manera tal, que el liderazgo y la innovación son realidades que integran un binomio inseparable. Los líderes humanistas suelen ser humildes y se saben prescindibles, por lo cual, asumen como una de sus principales responsabilidades el preparar a fondo a otros colegas que puedan relevarle en determinado momento. A manera de resumen, los líderes éticos conjuntan siete características que son:
  • Coherencia. Siendo consistente con sus pensamientos, dichos y acciones, manteniéndose fiel a los principios y valores organizacionales sin cambiarlos o intentar matizarlos en cuanto aparezcan los primeros obstáculos.
  • Convicción. Una clara visión del futuro alimentada por su optimismo para contagiar, inspirar y motivar al resto de los colegas y lograr los objetivos propuestos empleando medios éticos.
  • Credibilidad. Actuando de manera íntegra, anteponiendo los principios éticos a los beneficios personales de tipo económico.
  • Confianza. Siendo confiable cuando se compromete a llevar a cabo una labor, así como depositando su fe en el resto de los colegas.
  • Comunicación. Particularmente, en la definición de objetivos concretos y específicos que involucren a todas las partes de la organización para alcanzar la prosperidad económica de la empresa para el bien común.
  • Compromiso. Involucrándose activamente para llevar a cabo su labor de manera oportuna y profesional, evitando justificaciones o pretextos.
  • Conciencia. Sabiendo que es parte de un equipo y que su contribución personal, sumada a la de los demás, genera beneficios exponenciales.
Quizás estas características del liderazgo humanista puedan parecer ridículamente “idealistas” para algunos, dado el escenario ferozmente competitivo en el que vivimos hoy. No se tratan de rasgos absolutos que se deban cumplir o no, se trata de una propuesta que se puede tomar como guía para orientar el comportamiento de los líderes actuales y del futuro. Creo en líderes así, porque, aunque pocos, conozco a personas que se mueven según estos referentes y que gracias a eso contribuyen a formar equipos eficaces y felices. Asimismo, es posible que algunas de estas características se vean más como debilidades del liderazgo, pero se trata de despertar el imaginario del lector y reflexionar sobre un nuevo liderazgo más abierto, participativo y humanista que desafíe el paradigma machista y egocéntrico del liderazgo que los medios del managment nos quieren imponer.
Desde la mirada de…

Ricardo Guadarrama

Estratega Comercial (FMCG & Retail) — Paxia